quarta-feira, 16 de maio de 2012

"Compartiendo Vida" - Barcelona, Maio 2012


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté con vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. (Jn 15, 9-ss)

Amamos a Cristo en la medida que guardamos sus mandamientos.

 En este pasaje evangélico, Cristo  vuelve insistentemente al tema de la Gracia que salva, diciendo: si dais fruto abundante, seréis mis discípulos y daremos gloria a Dios.
¿Quién  nos hace discípulos sino la gran misericordia de Dios?
Somos pues obra suya, Dios nos crea en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras.
“Como el Padre me ha amado –dice – así os he amado yo; permaneced en mi amor”.
Aquí está el origen de todas nuestras buenas obras, pues,  ¿cómo podrían ser nuestras, sino por la fe activa, en la práctica del amor? y  ¿cómo podríamos amar, sino hubiéramos sido amados  primero?
Lo dijo clarísimamente el mismo evangelista en su carta: “Nosotros amamos a Dios, porque Él nos amó primero”.
“Permaneced en mi amor.” ¿Cómo permanecer?
Escuchemos lo que sigue:     “Si  guardáis mis mandamientos permaneceréis en mi amor”. ¿Es el amor el que hace guardar los mandamientos o es la guarda de los mandamientos la que hace el amor? pero ¿es que puede dudarse de que es el amor el que precede?. El que no ama no tiene razón suficiente para observar los mandamientos. Por eso lo que sigue: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor”, muestra no  dónde se genera el amor, sino cómo se manifiesta, para que nadie se llame a engaño, diciendo que le ama, sino guarda sus mandamientos. 
 Y concluye con el también insistente mandato en los relatos de Juan:   “ Que os améis los unos a los otros , como yo os he amado”;  Amor de cruz, amor de entrega.
 Hay una visión preciosa al final del Cap. 15  de la carta a los Corintios, que dice que han de ser destruidas todas las esclavitudes que pesan sobre el hombre, y que cuando todas hayan sido destruidas, se destruirá la última, la muerte, y entonces Cristo entregará el reino al Padre, y será TODO en todas las cosas.  Es una visión lineal preciosa del progreso, basado en el Amor que nos renueva, haciéndonos hombres nuevos, herederos del  Nuevo Testamento, intérpretes de un cántico nuevo.
 Este Amor renovó a los justos patriarcas, a los profetas, a los apóstoles y ahora renueva a los gentiles, y hace de todo el género humano, extendido por el universo, un único pueblo nuevo:  LA IGLESIA, que escucha y guarda estas palabras.

            MAR   Barcelona

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